domingo, 11 de noviembre de 2007

Ser Periodista

Una vez escuché que el peor miedo que puede sufrir un publicista es el que se siente cuando se está ante un papel en blanco. Miedo porque las ideas deben fluir, y si no llegan, el trabajo se hace cuesta arriba. Algo parecido le pasa a un periodista, pero a diferencia del primero, éste tiene el reto de saber expresar y estructurar cientos de datos en ese papel, la idea ya la tiene, pero ahora toca darle forma, y eso solo se hace con mucha paciencia y sabiendo dar más importancia a unos datos que a otros, se trata de buscar la esencia de la historia. Ser periodista es sinónimo de pasión, dedicación y trabajo. Ser periodista es lo más parecido a volar: fabricas tus alas, le echas imaginación y empiezas a pensar en cómo cambiar el mundo desde arriba.
Un periodista influye en una sociedad, ayuda a los demás, hace una labor pública excepcional y fundamental y acerca la realidad del mundo a las personas, necesitadas de información. Por eso quiero ser periodista. Siempre he tenido claro que quería dedicarme a hacer algo bueno por los demás, qué mejor forma de cumplir esa premisa que dedicarme a algo que además se relaciona directamente con mis otras dos pasiones, leer y escribir. Y cuando se escribe y se lee se busca lo auténtico, lo interesante, se busca algo que valga la pena. Contar la historia de una ciudad y lo que pasa en ella, en todas las vertientes de la vida, es una manera de ayudar a las personas. Para escoger esta profesión debes tener verdadera vocación, porque sino puede llegar a convertirse en una cárcel de desilusiones, pues es tan duro el camino y hay tantos altibajos y momentos de desaliento que, si no crees profundamente en lo que haces y no te gusta y apasiona el periodismo, no podrás superar o sobrellevar jamás todo lo que le rodea.
Desde aquí llamo a todos los que quieran dedicarse al Periodismo a luchar por su sueño, porque cada uno debería buscar su lugar en el mundo, el mío está delante de un micrófono, de una cámara o tras una pluma. Cada persona debe averiguar a qué quiere dedicarse y trabajar duro en ello, apoyado siempre en los que más quiere, así se consigue el enriquecimiento personal, así se cumplen los sueños.

Motril: sal y azúcar

Aquí huele a sal y a azúcar, a fruto y a caña, esto es el Sur de Granada. Desde mi casa, disfrutando de la vista del mar aterciopelado, reflexiono, sin evitar que a la cabeza me vengan falsas promesas, proyectos inacabados y olvidados por décadas en el tiempo. Granada es sinónimo de belleza, historia, cultura y gastronomía, sin embargo somos los grandes olvidados.

Vivo en un enclave alejado de autovías. En Motril, hace décadas que soñamos con poder salir y llegar a nuestra ciudad sin tener que sudar y llorar en grandes colas atestadas de coches y de conos que cada año les cuesta miles de euros a aquellos que se niegan a darnos unas infraestructuras necesarias con las que sí cuentan ya el resto de provincias andaluzas. Hace días me sonó irónico que un ciudadano de Barcelona calificara a su ciudad de tercermundista, debido a los incidentes que se están produciendo estos días con las obras del AVE. Entiendo que cada ciudadano tiene sus quejas, pero quisiera tomarme la libertad de decirle a ese señor, que nosotros llevamos décadas esperando una autovía que nunca llega, olvidados totalmente del resto de Andalucía.

Comparándonos irremediablemente con las demás provincias en las que sí invierten, por ejemplo en Málaga donde este verano han inaugurado el segundo tramo de la famosa autovía del mediterráneo, que esparamos ansiosos, desde hace muchos años, que algún día llegue hasta aquí. Así que me van a perdonar que me pregunte, si Barcelona es tercermundista, ¿cómo debo calificar a Granada?, ¿qué versos escribiría Lorca si levantara la cabeza y viera que su querida Granada solo es recordada por aquellos que sí creen en sus grandes posibilidades?. Aquí huele a sal y a azúcar, huele a esperanza, a sueños, no dejaremos de luchar por lo que un día nos prometieron frente a un mar que no olvida.